Tiempos oscuros

José Manuel Rodríguez
Docente de la Escuela de Posgrado de la Universidad Católica San Pablo

No son pocos los tiempos oscuros por los que pasan las sociedades, sean del tamaño que sean. Podríamos decir que son casi cíclicos. El Perú no es la excepción, por eso son tan falsas las leyendas rosas, como las leyendas negras de nuestra historia. El momento actual es muy oscuro; incomparablemente oscuro.

Gobierna una especie de tormenta perfecta, en la que se combinan en dosis exactas y mortíferas la mentira, la maldad, la ignorancia, la estupidez, el mal gusto, el odio, la ira y la frivolidad. La desgracia ha llegado a tal nivel, que parece no tener sentido intentar encontrarle sentido.

Solo la ironía sirve a duras penas de mascarilla o pañuelo para soportar la pestilencia: un ministro del Interior que prohibía las fiestas y hacía una en su casa, una autoridad de Sutran —que tuvo que renunciar— con denuncias por robo en supermercados, un ministro de Transportes que perdona choferes ebrios, una eminencia gris que hace y deshace en el Gobierno y que tiene evidentes signos de corrupción (entre otras lindezas, como liderar una banda criminal), un ministro de Educación que no quiere las evaluaciones (probablemente el primer jalado sería el presi). En fin, serían tantas las lamentaciones que necesitaríamos otro Jeremías que las escriba.

Oscuro. No sé si más o menos que otros gobiernos que nos ha tocado vivir. Lo que sí sé, es que los tiempos oscuros son también tiempos de gracia, de prueba, de gran exigencia para hacer bien lo que nos toca, para conservar la esperanza, para cultivar la inteligencia, para comprender hasta dónde puede crecer el vacío si no luchamos, desde nuestra pequeñita trinchera, por lo que realmente vale la pena: el amor al prójimo, la honestidad, la bondad, el servicio, la fortaleza, la templanza, la justicia, la prudencia. Es tiempo de virtudes, no de promesas.

Entiéndase bien. No se trata de encerrarse en una cómoda burbuja moral. Si toca combatir como toque hacerlo, es un deber de justicia actuar, pero la raíz de cualquier acción no puede ser la misma mezquindad y estupidez que enfrentamos. Una acción ciudadana eficaz, no puede surgir de la defensa de privilegios ni de fanatismos ni de pretensiones de superioridad ni de ideologías trasnochadas. Trabajemos en la raíz. Si la raíz es sana, lo serán los frutos.

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