Tía María, ¿por qué confiar en el Estado?

Manuel Ugarte Cornejo
Docente UCSP

No creo que el fondo del conflicto social de Tía María se explique en el enfrentamiento de dos concepciones contrapuestas acerca del desarrollo. Por un lado, los radicales antimineros contrarios a la inversión privada y al estado de derecho y por el otro, los “verdaderos arequipeños” que sí creen en el libre mercado y la democracia como motores del desarrollo.

Tampoco voy a negar que algo de este enfrentamiento ideológico se abrió paso dentro del conflicto, pero este enfoque no es suficiente para explicar la complejidad del fenómeno social que estamos padeciendo. Tampoco pretendo en estas líneas, ufanarme de poseer la verdad y la solución definitiva del problema, pero sí puedo constatar que entre las dinámicas que subyacen al enfrentamiento hay una palabra que resalta por su ausencia. Esta palabra es “confianza”.

Entre las dinámicas que subyacen al enfrentamiento hay una palabra que resalta por su ausencia. Esta palabra es “confianza”.

No se confía en la empresa minera, no se confía en el Estudio de Impacto Ambiental, pero principalmente no se confía en el Estado, en su capacidad y autonomía para fiscalizar las actividades extractivas y promover el auténtico desarrollo económico y social de la población local.

Esta desconfianza no es gratuita. El Estado ha hecho todo lo posible para merecerla y valga la ironía, en eso sí fue eficiente. En todo lo demás, ha sido ineficiente.

Ineficiente para atender las demandas del Valle de Tambo, cuando en los años 60 y 70 los humos sulfurosos de la fundición de Ilo afectaban los sembríos y la salud de la población. Ineficiente para atender el déficit hídrico del Valle de Tambo estimado en 13.48 millones de metros cúbicos. No ha cumplido con su promesa de una presa para el Valle desde el año 1994.

Ineficiente desde la década de los 90 para administrar el proyecto de Pasto de Grande sin perjudicar los intereses de Tambo. Ineficiente para plantear un proyecto de desarrollo que incluya la ampliación de la frontera agrícola que podría llegar a ser cuatro veces el área que hoy se cultiva en el Valle de Tambo.

En el fondo no aprendemos que no basta el “contrato social” liberal, como fundamento de la democracia. Nos faltan esos valores morales que son esenciales en la convivencia social.

Ineficiente para llevar adelante el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) de Tía María y emplearlo como un mecanismo eficaz y transparente de participación ciudadana, que —por la ineficiencia estatal— se transformó en un simple escollo administrativo y en el peor de los casos en un ámbito de lucha de poderes. Ineficiente para mantenerse como un garante neutral. Se identificó él mismo principalmente con su rol de promotor de la inversión privada, y eso lo convirtió en “la otra parte” en disputa dentro del conflicto. Ineficiente en el uso de la fuerza policial al punto que siempre ha sido inútil para controlar la seguridad local.

En esta historia hay razones suficientes para la falta de “confianza”, entre comunidad y Estado. En el fondo no aprendemos que no basta el “contrato social” liberal, como fundamento de la democracia. Nos faltan esos valores morales que son esenciales en la convivencia social.

La moralidad social no brotará espontáneamente de los modelos, sistemas políticos y económicos. Para que las estructuras sociales sean capaces de generar confianza, necesitan previamente de esos valores fundamentales sobre la persona, la sociedad, el bien y la justicia social.

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