Rafael Ísmodes Cascón, SCV
Capellán de la Universidad Católica San Pablo
¿Te gustaría que el ritmo de tu vida estuviera más tranquilo? ¿Te gustaría tener un poco más de paz? La intensidad de estos días nos marea, nos confunde, nos hace correr en medio de las cosas de cada día. Tal vez una mirada a lo que puede ser el tiempo nos puede ayudar.
Para la mitología griega, Cronos es un dios que se come a sus hijos; y cronos significa tiempo. Esta figura refleja cómo nos vemos peleándonos muchas veces con el tiempo, que nos devora no dejando que nuestra vida transcurra apaciblemente. Por otro lado, el cristianismo utiliza una palabra diferente para hablar del tiempo: Kairós. Esta palabra significa que todo tiempo está lleno de la presencia de Dios, de su salvación, de su amor, de su paz. Para vivir según el tiempo de salvación, según el Kairós, aparece lleno de sentido el Adviento y la Navidad.
La celebración del día en que nació Jesús implica reconocer en la propia vida que Dios se quiso hacer hombre, se encarnó, y empezó a vivir en un tiempo determinado. Desde ese momento histórico, todo tiempo está lleno de la presencia de Dios, y es tiempo de salvación. Independientemente del ritmo que tenga mi vida, cada segundo está lleno de la presencia divina, salvándome, vivificándome, llenando de sentido cada instante.
Para poder reconocer eso hay un momento especial en la Iglesia: el Adviento, que me prepara para dos cosas. En primer lugar, para pensar que mi vida en esta tierra no es eterna, y que debo prepararme para el momento final y para el final de los tiempos. A esto se le llama escatología. En segundo lugar, prepararme para acoger el misterio de Dios encarnado en mi propia vida, que es lo que celebramos en Navidad. De este modo, el Adviento tiene una doble dimensión: reconocer que Cristo vino ayer para salvarme, que vendrá al final de mis días y del mundo y, en consecuencia, que hoy vivo preparándome para eso. Esa preparación también está llena de la presencia amorosa de Dios. Eso es vivir el Adviento.