Sí a la vida. Sí a la maternidad

Desde hace varios años se viene discutiendo sobre el derecho al aborto y se recogen un conjunto de testimonios de mujeres que están a favor de esta práctica que le dicen no a la vida y no a la maternidad. Todos estos discursos son reunidos por ONG’s feministas que consideran la penalización del aborto como un obstáculo para los derechos de las mujeres.

Según la ideología de género, las construcciones sociales de las cuáles son víctimas las mujeres las sitúan en una posición subordinada frente al varón, y son la familia y la maternidad el factor clave para la comprensión de dicha subordinación. Muestra de ello, es la afirmación de la feminista Shulamit Firestone quien califica la reproducción como “la trampa amarga de las mujeres” y la solución que propone es que con el desarrollo de la ciencia la sociedad llegue a un momento en que las estas dejen de ser madres.

En ese mismo sentido, Simón de Beauvoir refiere que la maternidad es utilizada en forma egoísta por los varones y priva de independencia a las mujeres. Así también Heidi Hartmann afirma que en un futuro —con el desarrollo de la sociedad— la reproducción biológica se lograría mediante otras técnicas, dejando de realizarse en el cuerpo de la mujer.

Ello explica por qué el principal campo de actuación de la ideología de género es la sexualidad con la propagación de los anticonceptivos, la búsqueda de la legalización del aborto y otras prácticas que garanticen un no a la maternidad.

Cabe entonces preguntarnos: Si la maternidad fuera una construcción social —como afirman las feministas—, ¿cómo entender que el cuerpo de la mujer se prepare cíclicamente para ser madre? Está claro entonces que la naturaleza tiene algo que decirnos, ¿por qué la negamos?, ¿por qué considerar que el discurso de las feministas debe ser adoptado por todas las mujeres?, ¿dónde queda el discurso de las mujeres que decimos sí a la maternidad?

Cuando una mujer concibe a un hijo, emprende una maravillosa relación de por vida con otro ser humano. Tanto la maternidad como la paternidad tienen una riqueza específica y en la entrega reconocen el don de la vida. Si todo fuera simplemente construcción social, el cuerpo de las mujeres no estaría preparado naturalmente para concebir. Negarnos a lo que nos es natural, significaría una forma de negarnos a nosotras mismas.
El mundo actual y los discursos que en él se dan en torno al papel de la mujer terminan socavando elementos claves de nuestra feminidad, como la maternidad.

Las políticas públicas, así como las propuestas legislativas en torno al tema del aborto deben tomar en cuenta las voces de todos los actores sociales y considerar que un derecho no puede erigirse sobre la anulación de otro mayor. Es cierto que existen quienes que dicen no a la vida, pero hay quienes le decimos sí, y la defendemos, y con ello también defendemos la maternidad y la familia.

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