Semana Santa

Rafael Ismodes Cascón
Capellán de la Universidad Católica San Pablo

Nuestra fe cristiana está basada en hechos concretos, reales, sucedidos y sorprendentes. El núcleo de nuestra fe es la resurrección de Jesús. Si eliminamos la resurrección, todo lo demás sería un acto de buena voluntad, una buena doctrina, una ética interesante, pero no sería capaz de conducir al seguimiento y la adoración de Dios.

Lo más importante del cristianismo es que Cristo se encarnó, nació, padeció, murió y resucitó por nuestra salvación. Hasta el episodio de la muerte, se puede comparar su acción con la de muchos héroes y grandes personajes de la humanidad. Lo único que ningún ser humano ha podido hacer es resucitar.

¿Qué es resucitar? Podemos distinguir entre el ser redivivo y el ser resucitado. Lázaro, la hija de Jairo fueron redivivos, volvieron a morir. Jesús resucitó: volvió a la vida después de morir, pero ya no muere más. Resucitar es vencer a la muerte para siempre. Al resucitar, Jesús adquiere un cuerpo glorioso, está por encima del tiempo y del espacio, y es capaz de compartirnos esa vida nueva que ahora tiene. Cuando somos bautizados recibimos en germen esa vida nueva, que llega a su culmen después de que participamos de su muerte.

En Semana Santa hacemos memorial de todos los acontecimientos que condujeron al momento más grande y hermoso de la humanidad, la resurrección de Dios hecho hombre. Memorial significa que no sólo recordamos, sino que por la acción de la resurrección, el acontecimiento se actualiza. Es decir, se actualiza el misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor, pero de forma incruenta. Somos invitados, al mismo tiempo, a participar activamente de ese misterio que, este 2023, va a pasar ante nuestros ojos.

El Jueves Santo participamos de tres grandes momentos: la institución de la Eucaristía, la institución del sacerdocio y la institución del mandamiento del amor. Es el pórtico del triduo santo, que culmina en domingo de resurrección.

El Viernes Santo somos invitados a participar activamente de la pasión y muerte del Señor. Escuchamos la lectura del Evangelio según san Juan, donde Cristo es presentado como el que vence al pecado. Él es situado en el tribunal, para juzgar al mundo según el amor, es elevado a lo alto en la Cruz, él es quien se entrega voluntariamente a la muerte para darnos vida.

El Sábado Santo la Iglesia espera en vela. Así como en el Viernes Santo, somos invitados a permanecer en vigilia y ayuno, solidarios con Cristo muerto.

Al anochecer del sábado, se celebra la solemne Vigilia Pascual, el acontecimiento litúrgico más importante de toda la Iglesia. Es la liturgia del memorial de la resurrección de Cristo. Es la más grande de las liturgias, la más simbólica, la más hermosa. Es el misterio grandioso de Cristo que vence al pecado, que cumple su palabra, que nos deja como herencia su misma vida en el don del bautismo, que nos deja su luz para iluminar las tinieblas. Porque Cristo ha resucitado, todo tiene sentido.

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