Santa Teresa de Calcuta

Monseñor Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa

El Papa Francisco ha canonizado, es decir inscrito en el catálogo de los santos, a la Madre Teresa de Calcuta, religiosa de origen albanés y nacionalizada india, que después de dedicarse por entero a servir a los más pobres de entre los pobres, falleció en el año 1997. Para entonces había fundado alrededor de quinientos centros de atención en más de 120 países, dedicados especialmente a enfermos terminales o incurables que vivían en situación de total abandono, muchos de ellos rescatados de basurales o recogidos de las calles.

La Madre Teresa fue una de las personas más importantes y admiradas del siglo veinte. Recibió numerosos premios y reconocimientos nacionales e internacionales, entre los que destaca el Premio Nobel de la Paz. Se reunió con presidentes de naciones tan diferentes entre sí como Ronald Reagan y Fidel Castro, por mencionar solo a dos. En el año 1985 dirigió un discurso a la Asamblea General de la ONU, en la que fue recibida por el entonces secretario general, nuestro compatriota Dr. Javier Pérez de Cuéllar, con las palabras: “La Madre Teresa es las Naciones Unidas”.

Como el Papa Francisco dijo en la homilía de la canonización: “La misión realizada por nuestra santa en las periferias geográficas y existenciales permanecerá como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres y necesitados. Su pequeña figura encorvada continuará siempre viva entre quienes tuvimos la gracia de verla, con esa sonrisa que brotaba de lo profundo de su corazón y cuya fuente era el amor inconmensurable de Dios, que ella supo acoger en la oración y transmitir a todos a lo largo de sus inacabables jornadas de trabajo y viajes por todo el mundo”.

Como también recordó el Papa, la Madre Teresa fue generosa dispensadora de la misericordia divina “por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada”. Para ella, “el no nacido es el más pequeño, el más débil, el más pobre”; por eso pedía a las mujeres que no recurrieran al aborto sino que, si no deseaban tener a su hijo, se lo entregaran a ella para que se encargase de cuidarlo o de proporcionarle una familia que lo hiciera. De hecho, gracias a la santa de Calcuta miles de niños se salvaron de la muerte y llegaron a contar con el amor de sus padres adoptivos. Conozco a varios de ellos.

Como suele suceder con los santos, la Madre Teresa de Calcuta no ha dejado de ser incomprendida, difamada e incluso calumniada hasta nuestros días, especialmente por aquellos que no comprenden lo que san Juan Pablo II llamó “el valor salvífico del sufrimiento”.

Esto no debe sorprendernos porque, como dice san Pablo: “El misterio de la cruz, así como el del amor divino, solo es accesible a aquellos a quienes Dios se los revela; y estos son, como enseña el mismo Jesús, los pequeños y los pobres de espíritu”.

Desde esta columna pido a santa Teresa de Calcuta que interceda por la Iglesia en Arequipa, para que tengamos siempre presente que nuestro único criterio de acción válido debe ser “el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión”, como también dijo Francisco en su homilía.

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