Repensar el Perú que queremos

Jorge Pacheco Tejada
Educador – Director del Dpto. de Educación de la UCSP

La pandemia del COVID-19 no es el mejor escenario para festejos patrios, desfiles y algarabía. No obstante, este marco de tragedia, de luto y de dolor, tiene que ser una oportunidad para repensar el Perú que queremos. Un momento para ver con esperanza el futuro que nos corresponde construir.

Toca conjugar con respeto, realismo y esperanza, los tres tiempos del verbo. En nuestra reflexión tienen que estar hilvanados el pasado el presente y el futuro.

El pasado nos habla de nuestra identidad, de nuestras bases culturales, de nuestro pasado histórico. Y allí cabe la reflexión sobre un Perú que se sustenta en una historia milenaria y que en su periodo de mestizaje fue diseñando una fisonomía vigorosa. Ese pasado nuestro tiene que mirarse con reconciliación si queremos superar complejos y odios que no ayudan a construir una patria grande unificada y unificadora. 

El presente nos plantea los retos que tenemos el deber histórico de asumir. Nos obliga a hacer un balance de lo que avanzamos y lo que nos falta recorrer. Es saber situarnos para hacer un análisis crítico y objetivo, sin apasionamientos estériles pero con la clara convicción de que de nuestras decisiones dependen los próximos 200 años de historia.

El futuro nos hace mirar nuestros sueños y compromisos. Tenemos que reconstruir nuestra consistencia social. Atendamos aquellas quejas históricas y razonables que nos acompañan hace siglos.  Veamos con objetividad cuáles son esos problemas que venimos arrastrando desde siempre.

Es imposible asumir compromisos que involucren nuestras voluntades, si no se plantan sueños que despierten nuestra ilusión y nuestra esperanza. La peor pandemia sería la del egoísmo y la desilusión. Eso paraliza todo proceso histórico de desarrollo y engrandecimiento patrio.

Tenemos un año de plazo para celebrar el próximo 28 de julio del 2021, no un aniversario de nuestra independencia sino el nacimiento de una República renovada y esperanzadora, que sepa enfrentarse con coraje y decisión al reto de construir un Perú libre del flagelo de la corrupción, del egoísmo, de la delincuencia. Donde la idea de bien común sea la consigna que oriente nuestras decisiones y compromisos políticos.

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