Jorge Pacheco Tejada
Director del Departamento de Educación de la UCSP
Este año, el Día de la Juventud, se celebra en medio de tensiones, contradicciones, expectativas, frustraciones y grandes esperanzas. En estas circunstancias pienso en los jóvenes y en que, si tuviera que escribirles una carta, me gustaría decirles lo que dos mil años atrás San Pablo le escribió a un joven: su amigo Timoteo.
Querido hermano:
Nadie te desprecie por ser joven; sé tú un modelo para los fieles en el hablar y en la conducta, en el amor, la fe y la honradez.
Mientras llego, preocúpate de la lectura pública, de animar y enseñar.
No descuides el don que posees, que se te concedió por indicación de una profecía con la imposición de manos de los presbíteros.
Preocúpate de esas cosas y dedícate a ellas, para que todos vean cómo adelantas.
Cuídate tú y cuida la enseñanza; sé constante. Si lo haces, te salvarás a ti y a los que te escuchan.
Como Pablo, tengo la suerte de conocer a muchos jóvenes y de entablar amistad sincera con varios, por eso no me llama la atención que ese conocimiento, haya llevado a Pablo, no solo a querer a su amigo Timoteo, sino a valorarlo, confiar en él y defenderlo, darle ánimos y decirle, casi como saludo, “que nadie te desprecie por ser joven”.
Esa es una tendencia generalizada, también en el mundo de hoy. Al verlos demasiado jóvenes, casi niños, los pensamos inmaduros, incapaces de asumir responsabilidades o que aún no es su momento; sin embargo, esa juventud, si fue bien encaminada, es capaz de grandes empresas, al asumirlas con ilusión y responsabilidad.
En estas circunstancias, me dirijo a esos jóvenes para que se sientan valorados, respetados y animados en su compromiso a favor de la sociedad peruana. Tienen que saber, que el esfuerzo en su preparación y la experiencia que acumulen, es señal de que están haciendo rendir sus talentos.
Desde la perspectiva de la fe, cada uno de ustedes, jóvenes, tiene su lugar y momento en el plan de Dios. Están llamados a participar del desarrollo de la colectividad, en la época actual. No descuiden los talentos que han recibido. Lo peor que puede pasarles, es refugiarse en el no puedo, no sé, no valgo o asumir que son niños grandes que no quieren responsabilidades, que huyen a los compromisos que la sociedad les plantea o tratan de aplazarlo, tanto como puedan.
Frente a esto, yo también les digo —como Pablo a su amigo Timoteo—, no teman asumir sus responsabilidades, dedíquense a servir; que todos vean cómo adelantan, cómo van madurando y consolidando su formación humana. Somos testigos de cómo van creciendo y dando frutos en esta primavera de su vida.
Finalmente, quiero decirles: cuídense y cuiden su responsabilidad, sean constantes. Cuídense, porque no están libres de las amenazas del mundo moderno y que a veces, envenena la conciencia, nos tienta a caer en el egoísmo y en el desprecio por el bien común, y la actitud de servicio a los demás.
Cuiden su responsabilidad, no se sirvan jamás de su función para beneficio propio en desmedro del interés común, aléjense de cualquier situación o insinuación de corrupción. Sean constantes en su compromiso y en las decisiones que hayan tomado para ser personas éticas e intachables.
Sé que, en esta etapa, surgen con fuerza los buenos propósitos, pero sean constantes. Sin constancia, los buenos propósitos no sirven para nada. Llenarse de ilusión es fácil, lo difícil es mantenerla siempre, en los días buenos y en los días grises.
¡Ah!, una cosa más, sean siempre agradecidos. El agradecimiento es fundamental; qué importante es agradecer a Dios y a las personas más cercanas por su presencia.
En el Día de la Juventud y de la primavera (23 de septiembre), es bueno recordar el Salmo 1, que nos dice, que la vida humana “es como árbol plantado junto al río que da su fruto a tiempo y tiene follaje siempre verde, pues todo lo que él hace le resulta”. ¡Qué importante es vivir bien y cerca de Dios!
¡Feliz día, queridos amigos jóvenes!