¿Qué fue de la bancada arequipeña?

Renato Sumaria del Campo
Director del Quincenario Encuentro

Esto va a sonar raro pero… extraño a los congresistas por Arequipa del anterior periodo legislativo. No porque hayan sido en sentido estricto unos ‘padres de la patria’, sino porque los actuales son tan malos que me hacen recordar que al menos entre el 2011 y el 2016 estuvimos mejor representados que ahora.

Las comparaciones son odiosas pero a veces sirven para darnos una mejor idea de la situación. Tuvimos a Gustavo Rondón presidiendo la Comisión de Fiscalización y a Juan Carlos Eguren encabezando la de Justicia, por citar dos casos importantes de presencia arequipeña en el Parlamento y de peso político en sus respectivos partidos. Mal no lo hicieron.

Hasta el tristemente célebre humalismo dejó que emergieran las figuras de Tomás Zamudio, vocero de su bancada, y de Ana María Solórzano, que llegó a presidir el Congreso (claro, con ayuda de una madrina mágica, pero lo logró).

Figúrese, estimado lector, que hasta Marco Falconí ejerció algunas funciones interesantes en la Comisión de Constitución. El sexteto lo completó don Justiniano Apaza, quien por ese tiempo mostraba un mejor estado físico y mental. Juntos, estos seis conformaban lo que se conocía como la bancada arequipeña, un grupo de trabajo que se reconocía comprometido con Arequipa y  que, con todo y sus defectos, fue capaz de hablar
un mismo lenguaje cuando del desarrollo de la región se trataba.

Hoy, nuestra representación parece estar muy lejos de desempeñar un papel si quiera aceptable en favor de la región. Para empezar, porque cada quien tiene su agenda personal, distante años luz de un camino de consensos en favor de la tierra que los eligió.

Mire, sino, a don Sergio Dávila, un señorón de la política ‘camaneja’, interesado solamente en firmar acuerdos con asociaciones populares con miras a canjear votos para una posible postulación suya al Gobierno Regional de Arequipa.

Poco es lo que se puede esperar también de Alejandra Aramayo y Justiniano Apaza, célebres en estos días por sus escándalos mediáticos. A la primera la han acusado de extorsionar a autoridades y empresarios en Puno, y al segundo le saltó la vena comunista en pleno Hall de los Pasos Perdidos y nos regaló una declaración para el olvido: “No creo que los del MRTA hayan sido terroristas”.

Y si alguna vez les escucha las voces a Horario Zeballos Patrón y Miguel Román, nos avisa para grabarlas; ni en el Frente Amplio ni en Acción Popular, respectivamente, suenan con fuerza. En Arequipa tampoco.

Tal vez, por peso, recorrido empresarial y decencia, la excepción a la regla la constituya Ana María Choquehuanca, pero sola es poco lo que puede hacer. Es cierto también que la configuración del Congreso de hoy no deja espacio para otra cosa que no sea moverse al ritmo del ‘mototaxi’ fujimorista, empeñado en hacerle perder los papeles al Ejecutivo y nada más, lo que convierte al Parlamento de hoy en una esquina de los barracones antes que en la Cámara de los Comunes, con la consecuente distracción de los congresistas, empeñados más en atender las riñas de pasillo que acuerdos de representación conjunta.

Pero aun así, Arequipa merece que sus representantes se planteen el horizonte de trabajar para mejorar lo hecho por sus antecesores. Al menos en el respaldo coordinado a proyectos de especial importancia para el desarrollo regional, tienen mucho por hacer.

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