Periodismo sobre periodistas

Hay un dañino y extendido espíritu de cuerpo en el periodismo —sobre todo en el arequipeño— que señala que entre colegas no debemos criticarnos públicamente a través de escritos, columnas, redes sociales, etc. Yo no creo en ello, básicamente porque el resultado es una actitud diplomática que funciona como silencio cómplice frente a todos los problemas que nacen de un periodismo mal ejercido.

¿A qué viene todo esto? A que en las últimas semanas he sido testigo de acontecimientos que nos han dejado con la verdad a medias, de comunicadores que han vendido falsas expectativas a la población y de irresponsabilidades que han manchado honras de ciudadanos inocentes. Todo a través de los medios y con periodistas involucrados.

Rosa María Palacios es una abogada que hace las veces de periodista y ha tenido entre sus manos la mayor revelación política de los últimos años. La mismísima Nadine Heredia le responde un tuit sobre las agendas del momento así: “la verdad es mi letra”. Palacios lanza la bomba. Nadine responde con una interpretación pseudo-ontológica de la frase. El problema es una coma. Al final la verdad nunca llega, tal vez porque nunca importó que llegue o por lo menos no importó más que el tener la primicia y publicarla. Si la verdad hubiera sido importante, Palacios habría hecho lo que le mandan hacer a cualquier practicante de periodismo cuando tiene “la pepa” entre manos: repreguntar. Un “¿me estás diciendo que es tu letra?” habría bastado para llegar a certezas sin mediar escándalos.

Milagros Leiva es una periodista que hace más de 20 años reportea y entrevista. Ella busca una exclusiva con el prófugo del momento, Martín Belaunde Lossio. Logra contacto a través de una fuente que le pide 30 mil dólares por eso y más. “¿Por qué pagaste Milagros?”, le preguntaron en varias entrevistas. “Porque me prometieron documentos que si yo los publicaba se tumbaban a este gobierno”, respondió Leiva. Y uno se pregunta qué hace un periodista buscando tumbar un gobierno. ¿No estamos acaso los periodistas para buscar la verdad y que sea la justicia quien determine las consecuencias de los acontecimientos publicados? Vanidades de vanidades…

En cosas más domésticas, varios medios locales difunden una noticia: “chofer arrolla tres veces a una mujer policía”. Añaden que esta tiene varias fracturas en el cuerpo. Hay un video de seguridad ciudadana que contradice toda la noticia. Jamás lo buscan. Ni siquiera toman nota que “la triple atropellada” no tiene un solo hueso roto. Tampoco reparan en que la mujer no fue llevada al hospital más cercano sino trasladada a una clínica a más de 50 cuadras de distancia del accidente. Ya en la clínica, no se les ocurre preguntar cómo hace una mujer con “diversas fracturas” para recibir sentada, sin yeso y sonriente, la visita de sus superiores que posan para la foto, la filmadora y la entrevista. El saldo es una honra manchada y una familia que sufre.

El periodismo en el Perú está en crisis y no es solo culpa de la ley Torres y Torres Lara. Aquí está en cuestión un asunto de virtudes y manejo personal. Porque eso de tener certeza antes de soltar una primicia, buscar información para descubrir la verdad y no tumbarse a nadie, y no trastocar la realidad para no herir dignidades tiene que ver no solo con el ejercicio mismo de la profesión sino con un sentido de humanidad y bien común bastante básico.

Por eso, voy a dejar por aquí una frase del gran Ryszard Kapuscinski, tal vez el mejor periodista de todos los tiempos, que nos dejó reflexiones para la posteridad. No pretendo juzgar a nadie. A lo mucho demando un examen de conciencia en todos los que hacemos periodismo en este país: “…para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”.

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