Nueva Alianza

Monseñor Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa 

La Pascua cristiana no es un invento de la Iglesia, sino que fue instituida por el mismo Jesucristo que, antes de entrar en su pasión, la celebró con sus apóstoles y les dijo: “Hagan esto como mi memorial”.

Nace así la Pascua cristiana, de la cual brota el sacramento de la Eucaristía y en la cual Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, estableció la nueva alianza en su cuerpo entregado y en su sangre derramada por nosotros. La nueva alianza entre Dios y los hombres ha sido sellada, pues, en el mismo cuerpo de Cristo por toda la eternidad.

¿Cuál es la diferencia entre esta alianza y aquella que Dios celebró en el Sinaí con el pueblo de Israel? Ciertamente, la alianza de Dios con Israel se mantiene vigente, pero al mismo tiempo, podríamos decir, es preparatoria, algo así como una etapa en el camino hacia la plenitud de la alianza sellada por Dios en Jesucristo.

En la alianza pactada en el monte Sinaí, Dios le da el decálogo a Israel. “Haz esto y vivirás”, le dice Dios a Israel, refiriéndose a lo que conocemos como los diez mandamientos. Sin embargo, a lo largo de su historia y más allá de sus buenos propósitos, los israelitas constataron una y otra vez que no podían cumplir con el decálogo, no podían ser fieles a Dios.

Así, a través del profeta Jeremías, Dios anuncia que llegarán los días en que Él pactará una nueva alianza con su pueblo: “Pondré mi ley en su interior y la escribiré en sus corazones […] cuando perdone su culpa y no recuerde ya sus pecados” (Jer 31,33-34).

He aquí, entonces, la gran novedad de la alianza. En la cruz, Jesús derrama su sangre para el perdón de nuestros pecados, y una vez resucitado y ascendido al Cielo derrama su espíritu en nosotros. Es el Espíritu Santo, el espíritu de la Ley del Sinaí, que deja de ser una ley externa para ser un don de Dios en nuestro corazón.

Gracias al misterio pascual de Cristo no solo quedan perdonados nuestros pecados, sino que, por el Espíritu Santo que nos es donado, quedamos capacitados para amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Por eso el papa Francisco nos ha recordado que la Pascua es como la “matriz” del cristiano y nos ha exhortado a vivir como criaturas nuevas, no dejándonos llevar por la lógica del mundo sino buscando las cosas “de arriba”.

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