Los pasos perdidos de Jenny Vilcatoma

Renato Sumaria Del Campo
Director del quincenario Encuentro

Jenny Vilcatoma está a punto de convertirse en una congresista errante si es que no lo es ya. De ser uno de los rostros emblemáticos de la lucha anticorrupción en el Perú y tras haberse enfrentado directamente a la ex pareja presidencial Humala-Heredia por el caso Belaunde Lossio, la exprocuradora ha pasado a ocupar el lugar de los indeseables.

Nadie la quiere en su bancada, ni siquiera Acción Popular, que anda necesitado de cuadros. Hoy doña Jenny anda ‘en el hall de los pasos perdidos’ de su propia vida congresal.

¿Crónica de una renuncia anunciada? Tal vez. Empezando porque ya era bastante extraño que una ex procuradora anticorrupción de la valentía e integridad de Vilcatoma recale en el fujimorismo. Y siguiendo porque hubo circunstancias, como la premura fujimorista por aprobar la ley contra el transfuguismo —para garantizar su mayoría parlamentaria antes que para consolidar bancadas en el hemiciclo—, que desencadenaron una decisión que en el cálculo del análisis político pudo haber esperado un año, al menos.

El caso nos muestra, una vez más, lo endeble de nuestros partidos políticos, si es que se les puede llamar así. Jenny Vilcatoma es el más reciente ejemplo de debilidad institucional de las bancadas que conforman el Parlamento y que tienen entre sus filas a personajes que se unen a agrupaciones solo por el interés de acceder a cargos públicos antes que por afinidad doctrinal o ideológica.

Y eso que, con tan solo seis bancadas, uno esperaba que el ámbito fuera más o menos sólido durante este quinquenio en el Legislativo. Pero lo que asoma, más bien, es un problema diferente al de anteriores Parlamentos. Si antes, el gran número de bancadas permitía, en base a la informalidad de sus cuadros, que todos se cambien de bando o armen sus propios grupos; hoy, esa misma informalidad puede resultar en una implosión política peligrosa para los grupos parlamentarios. Así, Vilcatoma podría no ser la única errante de los próximos cinco años.

Por ello no son menores, por ejemplo, los entredichos en Peruanos por el Kambio, donde ya se distinguen dos bandos: el de los ‘ppkausas’ (Sheput, Violeta, Araoz) y el de los llamados ‘ppkaviares’ (Costa, Lombardi, De Belaunde). Esta pugna apareció en la escena el día que los últimos votaron en contra del sentido acordado en la bancada para elegir al defensor del pueblo.

Mucho menos son ínfimas las pugnas en la izquierda, donde las cuotas de poder en eso que se llama Frente Amplio han dejado fuertes entredichos entre Marco Arana y Marisa Glave, dos referentes del pensamiento radical, pero también de conflicto y de la falta de consenso.

Tampoco son poca cosa los miasmas discursivos de Héctor Becerril o las cantinfladas presupuestales (y en inglés) de Cecilia Chacón. Porque así como en las bancadas pequeñas las crisis dejan heridos y gente peleada, en el grupo fujimorista puede haber hasta más de un desencantado si las cosas se siguen manejando con la torpeza de la que han hecho gala hasta ahora.

Y ni qué decir de las bancadas ‘no oficiales’, que son aquellas que reúnen a congresistas representantes de regiones y que son de partidos diversos. Allí las agendas son diferentes y las voluntades suelen alinearse en función de lo que “el pueblo” demande y no tanto en virtud de la línea de pensamiento del partido al que se representa.

¿Qué se espera de este Congreso, entonces? Una grandeza política que este poder del Estado no ha tenido desde que fue cerrado por Fujimori en el año 1992, y que luego de ello ha recibido en sus escaños a algunos vivarachos, delincuentes y vividores que han mancillado aún más su imagen. Ojalá estos 130 ‘padres de la patria’ pueden generar un cambio de 180 grados. Es mi esperanza contra toda esperanza.

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