La retórica de los gobiernos

Guillermo Fernández del Carpio
Economista

Hace algunos años escribí un artículo que titulé “La retórica de Humala”. Lo hice porque consideraba —y considero— que los buenos peruanos, rurales o citadinos, vivíamos —y vivimos—en medio de la retórica de los gobiernos de turno. El actual —al igual que su antecesor— no es la excepción.

El gobierno, cualquiera que este sea, comete el error de hacer muchas promesas y cumplir muy pocas; y muchos votantes cometen el error de caer en la ilusión cada cinco años y esperar que quienes los gobiernan hagan todo por sí mismos.

Este año, creceremos algo más del 2 %, pero la retórica dice que en el 2018 lo haremos en 4 %. Me formulo una simple pregunta: ¿se ha considerado en esta meta alguna externalidad o hecho exógeno como ha sucedido en el 2017? ¿Qué sucedería si Estados Unidos tuviera un conflicto con Corea del Norte? ¿Qué sucedería si ha de presentarse otro desastre natural?

La poquedad de mi lógica me dicta que al pueblo no hay que hacerle promesas tan fijas. No merece la desilusión. Todos los últimos gobiernos han tenido un desenlace infeliz, producto de la incoherencia entre la retórica y los recursos; conjuntamente con la capacidad de saber gobernar con audacia, sin egoísmo y con previsión. Eso es ser un buen estadista. Y si la memoria no me falla, no conozco a ninguno.

El gobierno de Toledo está cuestionado por delitos de corrupción por lavado de activos y haber recibido dinero de la empresa Odebrecht. La retórica toledista era la lucha frontal contra la corrupción. De darse la extradición —que veo muy difícil de lograr—, tendría el mismo desenlace que la familia Humala Heredia.

García es un Demócrates, narcisista y capaz de elucubrar todo argumento, y es el Pilato romano de la política peruana. Su primer gobierno dejó mucha pobreza y él decía también ser el defensor de los pobres. Su segundo gobierno mejoró algunas variables pero indultó a narcotraficantes, y su gestión muestra signos de haber recibido dinero también de Odebrecht.

El fujimorismo, resentido por la derrota electoral, intenta desestabilizar al actual gobierno de diferentes maneras, últimamente con la huelga del Sutep. Keiko Fujimori tiene un desbalance patrimonial, que no puede sustentar. Ojalá que algún día la buena cultura derrote a esta retórica que todos estamos cansados de escuchar, estimado lector.

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