La cuarentena, la vocación del servicio y la familia

Lorena Diez Canseco
Doctora en Humanidades y Ciencias Sociales
Directora del Dpto. de Psicología UCSP

La cuarentena social por el coronavirus nos ha obligado a estar juntos, algunos pueden tomarlo como algo muy positivo y otros como algo muy estresante. Y en este último escenario donde la vocación de servicio debe hacerse presente para poder mejorar las dinámicas familiares. Esto implica vivir el verdadero amor y no aquel que está ligado a la concupiscencia o egoísmo. Expliquemos mejor esto. 

La vorágine del día a día nos ha hecho ver y lamentablemente vivir un falso amor en el que tratamos a las personas como cosas. Las “amamos” (entre comillas) porque queremos nuestro propio bien y satisfacción, porque nos son útiles. Ese es el amor de concupiscencia o egoísmo.  El verdadero amor es el de amistad, de lo honesto, que no busca el beneficio propio sino el del otro, en el que amerita esfuerzo. Este es el que sí satisface el anhelo de felicidad y surge a partir del conocimiento profundo de la otra persona y de uno mismo. 

En la familia estamos llamados a esforzarnos por el bien de todos sus integrantes, por el bien común. Sabemos que muchas veces eso no sucede, pues cada uno suele buscar satisfacer sus propios intereses. Pero, basta que uno solo de sus integrantes se anime en poner en marcha el amor de amistad para que los demás se contagien y logren que la relaciones familiares se fortalezcan y se tornen positivas.

Este aislamiento social es una oportunidad maravillosa para vivir la vocación de servicio en la familia, volviendo la mirada hacia ella, conociéndonos más y mejor entre nosotros porque en la medida que lo hagamos va a despertar ese anhelo por un amor de verdad y el bien del otro. Ello no surge de la nada, como todo en la vida, amerita trabajo. Muchos dirán “pero ahora estamos más ocupados por  el teletrabajo o la teleeducación”, sin embargo el hecho de estar todos reunidos puede ayudarnos a reforzar nuestros lazos familiares, sin eliminar nuestros espacios individuales.

Este tiempo de asilamiento es también una oportunidad de autoreflexión y autoconocimiento, preguntándonos qué, cómo y por qué hago las cosas. Simples preguntas con las que podemos vivir una verdadera vocación de servicio y contribuir al fortalecimiento de nuestras familias. No significa que todo va a ser perfecto, que no habrán discrepancias, pero sí una actitud positiva. No hace falta hacer grandes cosas, en lo cotidiano está esa grandeza, en las cosas del día a día se puede servir a los demás, eso sí, sin esperar una reciprocidad, pues esta debe darse de modo natural. 

En esta cuarentena y después de esta, tenemos dos caminos en cuanto a nuestro comportamiento: Aproximarnos al otro de manera positiva o hacer todo lo contrario quejándonos todo el día. Aunque son momentos difíciles, debemos tratar de que la alegría y familiaridad estén muy presentes. Esa es la respuesta al ¿cómo? Y el ¿por qué? Tiene su respuesta en la búsqueda del bien del otro, de aquel al que amo, esto implica sacrificios sí, pero hay que recordar que el ser humano está llamado a la comunión y esto no es sinónimo de socializar sino de entenderse y buscar el bien propio y el de los demás. 

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