La comunión en pandemia

Juan Ignacio Angulo
Docente de Humanidades de la Universidad Católica San Pablo

Días atrás, leí en un periódico que el cantante Gian Marco, confesó estar separado de su esposa, desde hace un año y medio, luego de 25 años de matrimonio. El cantautor no dio más detalles.

En este tiempo de pandemia, también he podido leer varias noticias o he sabido por comentarios, sobre problemas en los matrimonios que lamentablemente han terminado en separaciones y divorcios. Es como si la pandemia hubiese puesto a prueba a los matrimonios. Este tipo de noticias me llevó a pensar en la importancia de la comunión en nuestros hogares.

Sin darnos cuenta, nos acercamos a los casi 20 meses de pandemia. Algunos totalmente en encierro, otros saliendo algunas veces o muchas, pero lo que sí es cierto, es que la vida ha cambiado bastante. Ha sido un tiempo en el que hemos podido darnos cuenta de muchas cosas.

Creo que una experiencia común, es que hemos observado más detenidamente nuestra casa, nos hemos dado cuenta de algunos detalles que le faltan a la decoración, el jardín puede haber sido objeto de arreglos, cosas que deben repararse, etc.

Pero me pregunto, ¿nos hemos detenido a observar a nuestra familia?, ¿nos hemos conocido mejor?  Creo que, ha sido un tiempo donde Dios nos ha invitado a poder observarnos más detenidamente, a acercarnos más los unos a los otros y seguro muchos lo han hecho. Una mirada que nos haga recapacitar si estamos viviendo la comunión en nuestra relación de esposos y en nuestra familia.

La comunión, como nos dice San Juan Pablo II, tiene un vínculo inicial que es de la carne y de la sangre, es decir ser de una misma familia, a ello se agrega el vínculo del amor, ambos naturales y que muchas veces, los ponemos a prueba cuando hay necesidades económicas, de salud, etc.

Hay un vínculo que nos llama a ayudar a las personas de nuestra sangre, es algo natural como se ha dicho. Muchas veces, cuando tenemos problemas, los primeros días acuden en nuestro auxilio personas conocidas, amistades, etc., pero van pasando los días, los meses o años y quien se queda a nuestro lado son nuestra familia.

He visto muchos casos de esos. Es la comunión natural la que nos llama a ello: apoyar a nuestros seres queridos, pero hay una comunión sobrenatural a la que muchas veces no apelamos y que se obtiene con la gracia que nos da el Espíritu Santo.

Reforzar la comunión sobrenatural, implica una cooperación con la gracia de Cristo. Esta comunión, como dice San Juan Pablo II, confirma y perfecciona la comunión natural y humana.

Lograr una verdadera comunión en la familia, implica sacrificio, donación, perdón, comprensión, entendernos el uno al otro, etc., pero, sobre todo, nos dice San Juan Pablo II, implica acudir a los sacramentos de la reconciliación y de la eucaristía.

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