La casa del jabonero

Fernando Mendoza
Abogado
Docente UCSP

Conocido es el refrán “en la casa del jabonero el que no cae resbala”, ello hace alusión a que cualquier persona, a veces con razón y a veces sin ella, puede ir a la cárcel y como sabemos, la cárcel está relacionada directamente a la pérdida de la libertad. Es sobre este punto que quiero detenerme.

La única forma que una persona sea privada de su libertad, es mediante una sentencia emitida por un juez e inclusive en ese caso, se requiere de un previo proceso judicial. No se admite que una autoridad administrativa, incluida la fiscalía, pueda privar de la libertad. Hay excepciones, por supuesto, como la flagrancia. 

La libertad es un valor de la democracia y por eso existe la presunción de inocencia. Esto significa que en un proceso judicial se tiene que probar la comisión del delito y de existir duda no se puede condenar al procesado; todo ello por el valor de la libertad.

Es un hecho que a los que cometen un delito, luego del proceso donde se probó su responsabilidad, les corresponde ser sentenciados y de ser el caso privados de su libertad. A eso se le llama justicia: dar a cada uno lo que le corresponde. 

En nuestro país, lamentablemente, estamos un tanto lejos de ser justos. Por el contrario, parece que estamos asistiendo, en muchos casos, a juicios plebiscitarios alejados del concepto de justicia y más próximos a la idea de venganza y se supone que vivimos en una sociedad democrática. 

Un claro ejemplo de lo anterior es el abuso de la denominada prisión preventiva. En el sistema procesal penal esta es una medida cautelar, por lo tanto, excepcional en respeto al derecho de libertad de las personas, que tiene una finalidad determinada por la ley: asegurar la prueba. En términos muy prácticos es un ‘modo de ganar tiempo’ para investigar, aunque para ello debe prexistir el procesamiento de un delito grave y peligro procesal (sea peligro de fuga u obstaculización).

La libertad es un valor de la democracia y por eso existe la presunción de inocencia. Esto significa que en un proceso judicial se tiene que probar la comisión del delito, de existir duda no se puede condenar al procesado.

Sin embargo, lo que apreciamos es que en las prisiones preventivas dictadas a solicitud de la fiscalía, se dan hasta 36 meses de cárcel (tres años) para seguir investigando sin que exista denuncia. Es decir, el imputado ni siquiera ha llegado a ser juzgado por un juez. 

Si se tiene fuerte sospecha o si es cierta la convicción que alienta la sospecha de culpabilidad de un imputado, lo sensato es que el fiscal esté en la obligación de acusar inmediatamente y por consiguiente iniciar un proceso, de lo contrario no se aplica justicia y hay casos donde se liberaron a personas de la prisión preventiva por exceso de carcelería, sin que se formalizara denuncia del fiscal ante un juez.

Esto ocurrió en el caso de los abogados que participaron en procesos de arbitrajes entre el Estado y Odebrecht. Se dictó prisión preventiva con tanta ligereza que a uno de ellos, luego de apelar la decisión del juez, se le tuvo que revocar la medida porqué “se cometió un error” (así lo expresaron los jueces superiores). Entonces, está probada la ligereza con la cual se adopta la prisión preventiva.

En las prisiones preventivas dictadas a solicitud de la fiscalía, se dictan hasta 36 meses de cárcel (tres años) para seguir investigando sin que exista denuncia.

Finalmente y saliendo un poco del tema legal, hay que entender esta situación también con empatía, poniéndose en los zapatos del otro. Imagine, estimado lector, que un fiscal lo esté investigando. Usted aún no ha sido denunciado, pero ya el fiscal pide tres años de prisión preventiva con el argumento de que está ‘casi comprobado’ que cometió un delito y para que el fiscal ‘termine de comprobarlo’ usted debe estar todo ese tiempo preso, sin sentencia y sin denuncia, pero preso. Si no se llega a probar su culpabilidad ¿quién le devolverá ese tiempo?, ¿cómo explicará a su familiares y amigos que los fiscales se equivocaron? Por eso a la cárcel la llaman la casa del jabonero, sobre todo en el Perú de estos tiempos.

Salir de la versión móvil