Guía para energúmenos

José Manuel Rodríguez
Doctor en Ciencias Sociales

El energúmeno dice que “no quiere vengarse de nadie en concreto, que solo está buscando que las cosas se hagan bien, que no puede dejar pasar los errores así nomás, que si no dónde vamos a ir a parar”. Dice todo eso, pero es mentira, se quiere vengar y no quiere saber de quién ni de qué. Por eso la característica más notoria del energúmeno es su renuncia violenta a la reflexión. Cuando esta renuncia se hace hábito, el pobre energúmeno corre el riesgo de volverse un depredador superficial, alguien muy vengativo e incapaz de gozar de las alegrías más profundas y verdaderas, alguien incapaz de empatía y solidaridad. 

Como en el caso de la melancolía, la ira es un rasgo del tipo de personalidad o temperamento que los antiguos llamaron colérico porque suponían que el humor que más lo influye es la bilis amarilla. Este humor tiende a hacer que el energúmeno vea básicamente ‘misiones’, cosas que hacer, retos, desafíos, cosas que someter, cosas que lograr, enemigos que vencer. Por eso es de gustos fuertes y fijos, muy difíciles de cambiar. Le cuesta mucho dejar un hábito y tiende a una terquedad que no pocas veces raya en necedad. Le cuesta también detenerse, contemplar y reflexionar con serenidad. En situaciones de espera y silencio se aburre mortalmente y busca alguna actividad por irrelevante que sea. 

A los energúmenos hay que quererlos como son y tenerles mucha paciencia. Es lo que hace Dios siempre con ellos, sus hijos rebeldes y tercos. Tarde o temprano aprenden a agradecer y un energúmeno agradecido es una bendición para todos sus amigos

Al revés del melancólico, el energúmeno no siente gran dolor por sus pecados y tiende a verlos como imperfecciones leves que deben arreglarse en un taller llamado confesión. Mientras el melancólico siente un inmenso alivio que puede durar un buen tiempo después de confesarse, el colérico siente que está de nuevo listo para la acción que es lo que más le importa. Al revés del melancólico al que le duele su condición de limitación y fragilidad, el energúmeno se siente capaz de todo. Finalmente, al contrario del melancólico que se siente extranjero en este mundo pasajero, el energúmeno siente que tiene que cambiarlo a su gusto.

Por eso vive hacia afuera con las ventajas y desventajas que esto tiene. Ya dijimos varias desventajas. La gran ventaja está en su gran capacidad para la acción, así como su velocidad y seguridad para tomar decisiones. Si quieres seguridad pregúntale qué hacer, el energúmeno siempre sabe y aunque se equivoque prefiere siempre pedir perdón que pedir permiso.

A los energúmenos hay que quererlos como son y tenerles mucha paciencia. Es lo que hace Dios siempre con ellos, sus hijos rebeldes y tercos. Tarde o temprano aprenden a agradecer y un energúmeno agradecido es una bendición para todos sus amigos. Pocas personas son más sólidas y fieles que un colérico que ha logrado convertir su pasión en agradecimiento.

Mi tercer consejo viene a propósito de esta época: que medite detenidamente sobre la Navidad, este misterio tan tierno de Dios que se hace niño pequeño por cada uno de nosotros. Nada ablanda y moldea mejor el corazón que la ternura y el regocijo de la Navidad.

Listo. Como esto es también una guía, he de dar algunos consejos a los amigos, los queridos amigos energúmenos, gemelos fuertes de mi corazón débil. Lo digo porque energúmenos son las personas que más quiero sobre este planeta. Sí, puede parecer masoquismo, pero es así, los melancólicos nos acompañamos de energúmenos porque nos ayudan a salir adelante y los energúmenos se rodean de melancólicos porque se sienten comprendidos y queridos, encuentran en este tipo de ociosos, gente que los ayuda a tener una mejor conciencia, gente que les abre horizontes de inteligencia insospechados y profundamente necesitados para su corazón ansioso de cambiar el mundo.

Mi primer consejo será entonces: hermano energúmeno, aprende a agradecer. Si lo logra habrá recorrido más de la mitad de su camino a la santidad. Y el lugar más grande y bello para agradecer es la eucaristía, que quiere decir justamente ‘acción de gracias’. Si la gran ventaja del energúmeno es su tendencia a la acción, no hay mejor acción que dar las gracias antes que nada.

Mi segundo consejo es que escuche a Mozart. Todo. Por lo menos una vez aunque sé muy bien que no lo va a hacer porque no tiene tiempo.

Mi tercer consejo viene a propósito de esta época: que medite detenidamente sobre la Navidad, este misterio tan tierno de Dios que se hace niño pequeño por cada uno de nosotros. Nada ablanda y moldea mejor el corazón que la ternura y el regocijo de la Navidad.

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