Fuerza Popular: morir de éxito

Renato Sumaria Del Campo

Periodista

Fuerza Popular está muriendo de éxito. Apurados por atender la depresión electoral de su lideresa, los fujimoristas dedicaron casi tres años de trabajo a crear un mundo paralelo en el que Keiko pueda sentirse ‘presidenta’. Incluso le pedían permiso para aplaudir, como se ha visto. Confundiendo lealtad con fanatismo, terminaron alimentando a un monstruo capaz de renunciar incluso a la lealtad hacia la propia familia a cambio de conseguir sus objetivos políticos.

En ese ‘país’ inventado a su medida, la hija de Fujimori aportó lo suyo. Dejó que la engorden con halagos, despachó cual jefa de Estado con su bancada y configuró, antes que un grupo de trabajo, una patota congresal que enviaba en su sala de chat insultos y menosprecios de todo tipo.

El neofujimorismo ha perdido la oportunidad histórica de demostrar al país —y a sí mismo— que era capaz de convertirse en una opción política de derecha popular. Eso no es causa de festejo. Al contrario. Una democracia saludable necesita contrapesos ideológicos que canalicen diferentes formas de pensamiento. Y en un país como el nuestro —donde la izquierda llamada liberal y progresista constituye un poder fáctico de orden mediático, que apunta a destruir los valores tradicionales para imponer una reingeniería social— se necesita un peso que equilibre la balanza.

Todo lo anterior, por cierto, va más allá del tema de la prisión preventiva, en la que parece haber más elementos de ideologización de la justicia que de justicia y derecho como tales.

Los 36 meses de prisión impuestos a Keiko Fujimori deberían ser vistos como consecuencia de la seria sospecha de un acto ilícito y no como la sanción moral por un comportamiento político que por más deleznable que sea no constituye un delito.

Tampoco debiera ser un instrumento para obtener venganza, y respecto a eso la sociedad peruana tiene mucho que aprender. En este país de antis y ultras, los odios políticos se trasladan a los juzgados y tienen como intérpretes, dependiendo del caso, a jueces y fiscales de toda calaña.

 

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