Emociones en el aprendizaje: ¿qué rol cumplen?

Mónica Sánchez
Educadora UCSP

Por muchas décadas, se pensó que el aprendizaje era un proceso netamente cognitivo basado en el procesamiento de la información considerando los saberes previos de los estudiantes. Posteriormente, se empezó a hablar mucho de la interacción con el contexto para lograr metas de aprendizaje. Todo este avance, sin embargo, resultó ser insuficiente para explicar por qué algunos estudiantes tenían dificultades en el aula. Sin querer agotar el tema, es importante añadir un componente al debate: las emociones juegan un papel sumamente importante.

Generar espacios en los que los alumnos se encuentren totalmente motivados es ofrecerles herramientas para su vida, y este debe ser el objetivo de todo maestro. Para ello hay muchos caminos y estrategias que se pueden utilizar, sobre todo, considerando las circunstancias del día a día y la realidad de cada uno de sus estudiantes.

Generar espacios en los que los alumnos se encuentren totalmente motivados es ofrecerles herramientas para su vida, y este debe ser el objetivo de todo maestro.

El maestro es un motor de emociones, transmite cosas. Si está alegre, posiblemente transmita alegría a sus alumnos, y si es un apasionado de algún tema específico, sus alumnos se podrían interesar por saber más y averiguar sobre ese mismo tema. Pero, en cambio, si el maestro dicta un tema solo por obligación, no transmitirá nada y difícilmente este quedará grabado en la memoria de sus alumnos.

La transferencia emocional del maestro a sus estudiantes es esencial porque es la chispa que enciende o apaga el aprendizaje. Cuanto más se enciende la chispa y más se conectan los alumnos, hay más posibilidades de que la información quede grabada y les facilite el construir nuevos conocimientos de manera agradable y formando parte del día a día.

El maestro es un motor de emociones, transmite cosas. Si está alegre, posiblemente transmita alegría a sus alumnos, y si es un apasionado de algún tema específico, sus alumnos se podrían interesar por saber más y averiguar sobre ese mismo tema.

Por ello es sumamente importante que las aulas sean espacios acogedores, esto permitirá vincular las ganas de estudiar con los nuevos conocimientos adquiridos, los cuales perdurarán en el tiempo almacenados en la memoria a largo plazo.

Cuando los alumnos perciben sus aulas como agresivas o como lugares que les generan ansiedad y estrés, se les dificulta mucho concentrarse y la información nueva que reciben rápidamente desaparece de su memoria, pues la ansiedad no permitirá la buena comunicación entre las neuronas.

Poco a poco se debe ir introduciendo el trabajo de las emociones en nuestro sistema educativo y se está comprobando que muchas instituciones educativas están apostando por la educación emocional de los alumnos, mejorando no solo en la parte académica, sino también en el desarrollo de las habilidades sociales y las habilidades blandas, tan importantes para que los estudiantes aprendan a enfrentarse a la vida.

La transferencia emocional del maestro a sus estudiantes es esencial porque es la chispa que enciende o apaga el aprendizaje.

Quiero finalizar con una frase de Daniel Goleman: “Las emociones son contagiosas”. Contagiemos esas emociones a nuestros estudiantes, como menciona el papa Francisco: “… Reconocer, comprender e influir positiva y amorosamente en las emociones de los demás, creando empatía y bienestar con nuestro prójimo. Aprende a ser inteligente emocionalmente, conéctate con el otro de la mejor manera para saber transmitir el amor de Dios”.

Salir de la versión móvil