Educación sin premios ni castigos

Mónica Sánchez
Educadora UCSP

Años atrás se decía: “La letra con sangre entra”, pero los tiempos han cambiado y los niños también. Los padres y maestros se enfrentan a retos indescriptibles tanto en las casas como en las aulas, pero ¿qué tan bueno es tratar de educar a los niños, pensando en que los motivamos e inspiramos, centrando todo en el premio final que puede ser una nota, un reconocimiento público, el iPad que tanto querían o el último video juego de moda?

Le estamos quitando valor a sus actos diciéndoles, “solo puedes hacer algo cuando te prometo algo a cambio”. Ahora, si hablamos de los castigos, ¿qué sensación experimenta un niño al que le pedimos que se siente en la silla a reflexionar? ¿qué aprendió mientras estaba ahí?

Diversos estudios realizados en universidades prestigiosas, señalan que los premios y castigos no son efectivos para lograr un cambio en el comportamiento a largo plazo, pero algunos dirán “cuando yo estaba en el colegio, el encargado de normas nos daba el castigo cuando no cumplíamos y punto final”. Servía sí, ya que el problema disciplinario se borraba de inmediato sin considerar los efectos negativos en los niños a futuro.

Desde la disciplina positiva, se utiliza mucho la siguiente analogía para entender mejor la conducta de los niños. Normalmente los terapeutas o maestros se centran en la punta del iceberg, que es la parte que todos conocemos y podemos ver, es decir la parte visible de la conducta y la tratan de controlar con premios y castigos, pero la disciplina positiva se centra en la punta del iceberg y en la base que está dentro del agua y que nadie puede ver que es donde realmente se encuentra el problema.

El psicólogo Rudolf Dreikurs, afirmaba que “los niños mal portados eran niños desalentados”. Es decir, cuando los niños creen que no pertenecen, se sienten mal y realizan acciones equivocadas para darse a notar y pertenecer. Usualmente los padres y maestros ante esta reacción, tratan de abordar el comportamiento sin entender la parte del iceberg que no ven y que está relacionada al desaliento que motiva el comportamiento.

Muchos padres como maestros no han estudiado para tener los conocimientos y herramientas y poder navegar sin chocar con el iceberg como en la película Titanic y así evitar naufragar.

Los padres y maestros al atacar en forma permanente la punta del iceberg, solo logran que el desaliento en los niños aumente y con ello el mal comportamiento. Lo que debemos lograr es que los niños se sientan seguros, que sientan pertenencia tanto en el hogar como en la escuela y que puedan florecer.

Los niños que se acostumbran a las recompensas crecerán con esa idea errónea de la vida y siempre necesitarán de ellas para motivarse y para hacer las cosas. Siempre necesitarán que sus acciones sean visibles para ser aplaudidos, sin darse cuenta que en la vida muchas de las acciones buenas del día a día, se hacen aun cuando nadie nos ve, porque es lo correcto. Por otro lado, los castigos para corregir el mal comportamiento, solo logran en los niños rebeldía, revancha y retraimiento.

Finalizando, padres y maestros debemos reflexionar al momento de educar a los niños, no centremos todo a cambio de algo o por temor al castigo, preparémoslos para la vida buscando soluciones, conversando con ellos de los que sucedió. No subestimemos a los niños, ellos muchas veces nos sorprenden con las soluciones que plantean.

 

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