Discriminación homosexual

Renato Sumaria Del Campo
Director del Quincenario Encuentro

Me perdonan la incorrección política, pero en materia de cobertura periodística y conmoción organizada, no es lo mismo ser homosexual en Orlando (EEUU) que ser homosexual en Medio Oriente. Y planteo la cosa entre pares para que no se diga que estoy basándome en una neurosis religiosa que no quiere reconocer el odio contra las minorías sexuales.

El Estado Islámico mata personas homosexuales sin que esto haya generado la menor reacción de la comunidad internacional. ¿O alguien leyó los tuits de las celebridades hollywoodenses cuando a inicios del 2015 dos homosexuales fueron lanzados de un edificio en Irak? No se sintió tampoco la voz de los conductores de espectáculos de CNN —la cadena mejor informada del mundo— cuando en Siria, nueve hombres y un adolescente de 15 años, fueron ejecutados luego de ser acusados de homosexualidad.

Y mucho menos escuchamos a nuestros domésticos pro gay peruanos alzar la voz cuando un menor de 15 años fue violado y luego ejecutado por sus preferencias sexuales. Ocurrió en enero de este año, en Siria. Pásenle el dato al MOHL. Puedo seguir pero me falta espacio y estómago para narrar la crueldad con la que estas personas son asesinadas en Siria, Irak, Irán, Pakistán y demás países de esa convulsionada parte del mundo.

¿Qué ocurre? ¿Por qué la propia comunidad gay es incapaz de reaccionar y articular defensas a sus miembros de países de Medio Oriente y sí obliga casi con violencia a que el mundo entero diga algo por la matanza en una discoteca de Orlando?Creo que podemos encontrar una respuesta en la distinción entre el homosexual en cuanto persona y el homosexualismo político en cuando ideología que busca ejercer poder.

El primero anda desprotegido, mientras el segundo tiende más bien a construir un camino de influencias mediáticas, académicas, ideológicas y políticas por el que discurra una nueva antropología que no sabe de derechos ni de personas, sino de presiones para imponer una nueva forma de entender al hombre y al mundo; no importa si para ello tienen que usar o discriminar a quienes luego dice defender.

Sino pregunte qué hacen los colectivos pro gay defendiendo el “derecho de los homosexuales a formar una familia” si son estos mismos grupos los que no creen en la familia. A santo de qué tantas ONGs salen a defender la posibilidad de que los homosexuales accedan a matrimonio igualitario si para ellas el matrimonio es causa de abuso patriarcal y hegemonía machista.

Incluso en la masacre de Orlando los pedidos de tuits que hacían varios políticos y directivos de grupos homosexuales apuntaban a solidarizarse con las víctimas en términos casi institucionales: estaba prohibido decir “personas” (había que escribir gays), se proscribió la teoría de que fuese una atentado yihadista (el móvil fue el odio) y se presionaba para que cada actor que haya estado callado se pronuncie (vía redes, sobre todo).

El fin no es el homosexual sino la ideología. La persona es la excusa perfecta. Instrumentalización que le dicen. Mientras tanto, las minorías de todo tipo siguen siendo asesinadas en Medio Oriente, ante la vista y paciencia de la comunidad internacional. Sigamos llorando a los de Orlando, realmente lo merecen, pero no olvidemos a quienes a diario mueren en silencio.

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