Conversando con PPK

Carlos Timaná Kure
Politólogo

El principal objetivo de que un presidente tenga un espacio de televisión es generar proximidad (pathos) con el pueblo —si hubiese la posibilidad de una reelección hablaríamos de electorado, pero este no es el caso—. Yendo directamente a la situación de Pedro Pablo Kuczynski, es obvio que requiere apoyo popular ante la ingobernabilidad que tiene en el legislativo para llevar a buen puerto sus políticas y para no desperdiciar el oxígeno recibido tras la atención a la tragedia causada por el fenómeno de El Niño Costero.

El que el presidente tenga un programa de televisión no es una estrategia nueva en la región. El rey del formato fue Hugo Chávez en Venezuela, con su famoso Aló presidente, que tenía una connotación netamente política, simbólica y discursiva, donde el fallecido exmandatario emulaba en alguna medida los largos discursos de Fidel Castro, con una retórica tropical y con capacidad de entretenimiento.

Por esos mismos años, en Colombia, Álvaro Uribe Vélez televisó sus Consejos comunitarios. Usando el formato talk show, en el que él era el conductor, buscaba generar proximidad en dos sentidos: con el televidente, para demostrar gestión (eso de trabajar, trabajar y trabajar), y atención y conocimiento de la situación con los actores políticos territoriales (los entrevistados, por lo general, eran los alcaldes, los concejales y los líderes comunitarios y quienes daban la cara a sus reclamos eran los ministros, los viceministros y los asesores del mandatario).

Hablando con el presidente recoge el propósito de cercanía que promovieron Chávez y Uribe, pero difiere de ellos en cuanto al lenguaje. Se trata de una apuesta arriesgada que ha buscado volver cercano lo técnico, que por lo general es frío y lejano.

En su primer episodio, el programa mostró una diferencia sustancial con respecto a los ejemplos anteriores: no tiene un fin electoral, sino que busca cercanía a través de un discurso muy vinculado a la gestión y los resultados, antes que a la retórica y la política.

El presidente toma el rol entrevistador y dialoga con sus ministros —en este caso con la ministra Marilú Martens, de la cartera de Educación—, con lo cual expone su gestión y ahonda en su relevancia, demostrando con ello no solo su respaldo al funcionario, sino que el Gobierno está haciendo las cosas que se necesitan hacer, de forma correcta e inteligente, lo que Aristóteles denominó logos.

Si bien lo que hemos visto ahora solo es un primer capítulo y el formato puede variar, de mantenerse esta apuesta conceptual, el programa podría caer en el vacío de un presidente dando constantes recetas de médico ante los problemas del país, cuando lo que el pueblo también espera de su presidente son respuestas políticas que aseguren que sabe lo que hace, que mantiene cercanía con el pueblo y que sus actos guardan coherencia con lo que dice.

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