Candia y el cambio que no llega

Omar Candia admitió que en los 100 primeros días de la gestión municipal no avanzó como hubiese querido.

Renato Sumaria Del Campo
Periodista
Director del Quincenario Encuentro

Habría que recordarle a Omar Candia que la reelección de alcaldes está prohibida por ley. Ergo, ya perdió medio año de los cuatro que tiene para convertir un entorno caótico en la mejor ciudad del Pacífico Sur, un objetivo que él mismo se planteó y que hoy parece muy lejano.

La decepción no ha sido menor. Candia ganó las elecciones levantando el perfil de un alcalde bastante operativo, eficiente en lo técnico, conocedor de la dinámica municipal y con el mérito de haber congregado a un muy interesante grupo de gerentes y asesores. Pero la realidad no tardó en explotarnos en la cara, nuestra nueva autoridad no solo no ha sido capaz de corregir retrasos en las obras de la calle Jerusalén, sino que ha hecho muy poco por cumplir las promesas que hizo para sus primeros cien días de gestión: modernizar el mobiliario del centro histórico, conformar el comité multisectorial de salud, solucionar el problema del recojo de basura, regular el tránsito de unidades de carga pesada e impedir el ingreso de taxis vacíos a la zona monumental, monitoreo del transporte, semáforos inteligentes, fotopapeletas, entre otras más.

Nuestra nueva autoridad no solo no ha sido capaz de corregir retrasos en las obras de la calle Jerusalén, sino que ha hecho muy poco por cumplir las promesas que hizo para sus primeros cien días de gestión.

A cambio, nos ha regalado su polémico viaje a China, la fantasmal implementación de la fase preoperativa del Sistema Integrado de Transporte, la innecesaria instalación de wifi gratuito en algunos parques de la ciudad y un desordenado proceso de habilitación de ciclovías en el centro histórico. Peor, imposible.

Lo más triste es que no parece haber una explicación razonable para tan mal comienzo. Es decir, el alcalde cuenta con el respaldo de profesionales de primer nivel, como José Lombardi, su principal asesor, o Francisco Málaga, subgerente de circulación vial, solo por mencionar dos de ellos. Adicionalmente, Candia ganó las elecciones siendo el único candidato que se preocupó por elaborar un plan de gobierno serio, y para ello logró convocar a profesionales de todos los sectores. Entonces, cuenta con un equipo calificado y objetivos claros a corto y mediano plazo que deberían darle un norte a su trabajo.

Desde lo político, puede ser que el alcalde esté pagando caro las consecuencias de su poco interés por cambiar la forma de hacer política municipal en Arequipa.

¿Qué pasa, entonces? Respecto a lo operativo, tal vez Candia haya pensado que el descalabro dejado por Alfredo Zegarra no era tan grande o que siendo inmenso lo podía manejar con lo que tenía. Respecto a lo político, puede ser que el alcalde esté pagando caro las consecuencias de su poco interés por cambiar la forma de hacer política municipal en Arequipa. Porque para resolver los enormes problemas que tiene la ciudad no se necesitan solamente buenos técnicos, sino también la vocación para hacer las cosas de manera absolutamente transparente. Es en ese escenario donde los antecedentes no lo ayudan: arrastra un problema judicial de sobrevaloración de cámaras de seguridad en Alto Selva Alegre, la participación en conversaciones en las que se le escucha negociar con invasores de terrenos y la mala imagen por el tristemente célebre reparto de cerveza en plena campaña electoral.

Enmendar la plana es urgente, entre otras cosas, porque el “Chatito Chambeador” sigue siendo una esperanza de seriedad en el manejo de las cosas, en oposición, por ejemplo, a la juerga que se vive en la sede regional de la avenida Kennedy, donde el mundo es eso que pasa mientras nuestro gobernador baila wititi, bebe pisco sour de sancayo y nos ataranta con su promesa de construir “el club Internacional de los pobres”.

Cambia, Omar. Es urgente.

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