Campaña electoral

Monseñor Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa

Varios candidatos han comenzado su campaña para las próximas elecciones regionales y municipales. Desde estas líneas agradezco y felicito a aquellos que han decidido aspirar a algún puesto de gobierno en la vida pública.

A todos les deseo una buena campaña electoral, en la cual se dediquen fundamentalmente a presentar su plan de gobierno. Les deseo también una campaña alturada, en la cual recojan las iniciativas y las necesidades de la población y contrasten propuestas de un modo constructivo.

A los candidatos, electores y medios de comunicación, les pido evitar campañas reñidas con la ética y las buenas costumbres, y promover más bien campañas pacíficas y armoniosas. Corresponde a los candidatos presentar, además, su hoja de vida, como reflejo de su preparación y su experiencia.

Corresponde a los medios de comunicación difundir esos planes y hojas de vida, para que sus usuarios puedan emitir un voto informado y no dirigido. Corresponde a los electores estudiar los antecedentes y las propuestas de los candidatos y, por qué no, difundir los méritos de sus favoritos e incluso los deméritos de quienes no lo son, con respeto, evitando insultos y mentiras.

Para que este período electoral promueva la amistad y la buena vecindad, sería útil tener en cuenta lo que escribió el papa Francisco: “Necesitamos reconocer la ciudad —y podemos añadir la aldea o el pueblo— desde una mirada contemplativa, esto es, una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas.

La presencia de Dios acompaña las búsquedas sinceras que personas y grupos realizan para encontrar apoyo y sentido a sus vidas. Él vive entre los ciudadanos promoviendo la solidaridad; la fraternidad; el deseo de bien, de verdad y de justicia. Esa presencia no debe ser fabricada sino descubierta, develada.

Dios no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón sincero, aunque lo hagan a tientas, de manera imprecisa y difusa”. Dios nos ha creado para compartir la propia vida con los otros. Para hacerlo de modo que nos satisfaga a todos, es preciso organizarnos razonablemente, respetar las leyes, promover la fraternidad y la comunión, saber vivir la unidad en la diversidad.

Esto requiere superar el individualismo y empeñarse en relaciones interpersonales que hagan posible comprenderse como una comunidad en camino, cuyos miembros están llamados a ayudarse mutuamente para, sin dejar de lado las raíces de los antepasados que los unen, ser capaces de construir un futuro mejor para todos.

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