Apetito de alegría

María Elena Ortiz
Docente de Psicología en la Universidad Católica San Pablo

El término resiliencia, se utilizó de forma persistente en la pandemia que aún vivimos. Nunca antes nos vimos afectados así; en nuestros estilos de vida, trabajos, relaciones familiares, sociales, estudios, etc., sin embargo, para afrontar estas situaciones traumáticas o crisis adversas, tenemos diversas técnicas y una de ellas, es el humor. Alguien que sabe reírse y hace bromas de su discapacidad o adversidad, tiene mayor facilidad para adaptarse a nuevas condiciones que tenga que enfrentar.

Lecomte (investigador de resiliencia), empieza a sintetizar las características de la personalidad “resiliente”. Uno de los atributos que menciona, es el “apetito de la alegría”, descrito como un rasgo que está estrechamente relacionado con el humor. Es importante hacer la distinción entre aquella persona que en público se presenta sumamente risueña y que en la intimidad se tiñe de tristeza, ya que la resiliencia no es solo mostrarse alegre, por el contrario, es una mezcla equilibrada de una gran fuerza y una gran fragilidad. Esto tiene relación con la tendencia a relativizar los problemas cotidianos, en otras palabras, a desdramatizar las desgracias.

Para transformar en una sensación positiva algún descontento potencial, es necesario un proceso intelectual que sirva también para cotejar los rasgos de las personas que son resilientes. El proceso es instantáneo e inédito en el humor, se desarrolla y restaura en la resiliencia. En ambos casos, conduce al alivio o al placer.

Burlarse de uno mismo como placer refinado y compartido, también es otra opción. Si la persona resiliente encuentra alivio al hacer bifurcar su existencia, aún puede mejorar con el placer de burlarse de sí mismo en cuanto bromea con lo que le puso a prueba.

También es esencial tener en cuenta que todo este proceso, requiere de una interacción. El sujeto no está solo, otro es el receptor o emisor del enunciado de autoburla. De tal forma, que la risa y la sonrisa, son el producto de un intercambio personal.

Con lo mencionado anteriormente, es necesario valorar la importancia de la alegría, el optimismo y el buen humor en tiempos de adversidad. Para nadie es fácil hacer frente al trauma, sufrimiento, dolor, angustia e incertidumbre, pero existen formas que debemos de considerar para salir adelante. Solo así y aun en tiempos difíciles, podremos ayudar a los niños, jóvenes y adultos a brindarles apoyo utilizando el humor.

Por ello los profesionales dedicados a llevar alivio a las personas, debemos esforzarnos para que vean un mundo mejor, con una perspectiva de alegría y esperanza. No se trata de ignorar el problema y actuar de manera falsa, sino de buscar alternativas para evitar pensamientos negativos o catastróficos. Podemos aprender a ser resilientes, empleando el humor como cooperación para así enseñar a afrontar los problemas de manera positiva.

 

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