‘Luna de miel’ entre Vizcarra y el fujimorismo acabará en seis meses

Arturo Maldonado es profesor de Ciencia Política en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y socio de 50+1 Grupo de Análisis Político.

Rolando Vilca Begazo

¿Qué se puede destacar de la conformación del primer gabinete ministerial del presidente Martín Vizcarra?
A Vizcarra se le pedía un gabinete de ancha base, que congregue a operadores políticos de diferentes tendencias, y esto no fue así. Vizcarra optó por un gabinete técnico con pocos políticos, y lo que sí hay que resaltar es que se trata de un gabinete con personas de procedencia social diversa. Esa es una gran ruptura con los gabinetes del expresidente Kuczynski.

¿Da la impresión de que el rol político recaerá solo en el premier César Villanueva? Sin embargo, el cargo de ministro amerita una dosis de manejo político para comunicar y tener más cercanía con la población.
Sin duda. Tal vez estas personas son desconocidas en el sentido público, nacional y hasta limeño, pero es gente reconocida en su sector, aunque no sabemos si tienen o no un manejo político. Puede ser que en este grupo de 18 personas haya potenciales líderes políticos que se revelen en los próximos meses. Pero por la experiencia del premier César Villanueva, él es el llamado a ocupar ese puesto y a tender los puentes de diálogo con las otras fuerzas políticas.

¿Qué rol debería cumplir Villanueva para diferenciarse de sus antecesores y marcar un nuevo rumbo?
Para empezar, debe centrarse en algunos puntos básicos de la agenda, como la reconstrucción, la salud o la seguridad ciudadana, y sobre ellos hacer una negociación fina con las bancadas representativas del parlamento para que tenga resultados concretos pronto. Eso es lo que pide la ciudadanía. Eso es hacia afuera.

De otro lado, debe tener un manejo político al interior de su gabinete, que se caracteriza no solo por su diversidad social y su procedencia profesional, sino también porque hay diferentes facciones ideológicas. Por ejemplo, el ministro de Economía y Finanzas [David Tuesta] y el ministro de la Producción [Daniel Córdova] son personas que van a privilegiar el statu quo, mientras que hay otros más socialdemócratas o reformistas que podrían abogar por algunos cambios y reformas importantes. Entonces, en medio de esta tensión que se podría generar al interior del gabinete, la labor del primer ministro debe ser la de conciliar estas posiciones para que este equipo no sea tildado de incoherente.

A partir de la coyuntura actual, ¿qué hechos concretos pueden marcar el estilo de gobierno de Vizcarra y, a la vez, ayudar a recuperar la confianza de la población?
Para empezar, deben lidiar con un tema que ya se viene: la VIII Cumbre de las Américas [los días 13 y 14 de abril en Lima]. Allí será la primera presentación de Martín Vizcarra en un escenario global y ante la presencia de otros mandatarios de Estado. Será una prueba para ver si tiene la talla de estadista más que de gestor de obras.

Luego deberá escoger de entre los temas de la agenda, aquellos que priorizará junto con su gabinete, y decidir si son los de corrupción, seguridad ciudadana o economía. La población quiere ver resultados pronto y eso mismo exigen las diferentes bancadas políticas. Entonces, será en esos temas sensibles donde en algún momento tendrá que sentar su posición de una manera más firme que la de la oposición.

Hay varios ministros que no tienen experiencia en gestión pública —como David Tuesta en Economía y Finanzas, que es un puesto clave para el éxito de cualquier gestión de gobierno—. Lo mismo sucede con Daniel Córdova en Producción y con Francisco Ísmodes en Energía y Minas. ¿Ese pasado no complicaría el desempeño en estos sectores?
No son sectores donde el desempeño de los ministros requiera de un expertise muy diferente al que tienen. Por ejemplo, en Economía y Finanzas, si bien David Tuesta tuvo una breve relación con ese despacho, su mayor experiencia fue en el campo privado. Además, se trata de un ministerio que tiene un espíritu bastante ‘privatizado’, por decirlo de alguna manera, y en el que una persona que viene de afuera puede hacer andar la maquinaria estatal.

Es diferente el caso del Ministerio de Trabajo, donde si se coloca a una persona que no tiene experiencia en el sector público, lo más probable es que fracase. Entonces, hay ministerios donde la experiencia pública es fundamental para que cumplan una buena gestión y eso, de alguna manera, se puede ver compensado con el hecho de que el resto del gabinete sí tiene una experiencia pública, como viceministros o directores.

Caso Heresi

¿La designación de Salvador Heresi como ministro de Justicia tiene el objetivo de estrechar lazos entre el presidente Vizcarra y la bancada de Peruanos por el Kambio?
Sin duda. Esa es una de las pocas explicaciones que puede darse al porqué de una designación de un personaje tan controvertido como Heresi, vinculado a diferentes personajes políticos que ahora están en líos judiciales o encarcelados.

Vizcarra necesita de apoyo parlamentario y, además, del que le puede garantizar César Villanueva con Alianza por el Progreso; requiere del respaldo de Peruanos por el Kambio —que no es su bancada, sino que le pertenece a Heresi y por algún tiempo fue de Kuczynski— para tener un sostén relativo, medio débil, pero sostén al fin.

Pero como parte de la relación que pretende impulsar Vizcarra con el Congreso, ¿la designación de Heresi no le puede originar un serio problema en el futuro?
Es probable, porque siendo un personaje controvertido va a estar en el ojo público. Los periodistas y la opinión pública van a inspeccionar su gestión de manera más detallada, para ver sus potenciales errores o sus posiciones polémicas.

Se viene una ‘papa caliente’, que es el tema del indulto a Alberto Fujimori. Entonces, en algún momento este personaje será criticado, y ahí Vizcarra tendrá que privilegiar el nexo con el Congreso o el peso muerto de cargar con un ministro que se podría volver muy controversial en alguna ocasión.

Si la Corte Interamericana de Derechos Humanos recomienda la nulidad del indulto presidencial otorgado a Fujimori, ¿Vizcarra acatará la disposición?
Esa es una pregunta que por ahora no tiene visos de respuesta. No es clara la posición de Vizcarra respecto al indulto de Fujimori. Cuando se dio [en diciembre], estuvo fuera del país y no sentó una posición, después tampoco lo hizo. Es un tema muy polémico.

Es como un ‘parteaguas’, en el sentido de que si Vizcarra acepta —como debe hacerlo de acuerdo a la normativa internacional— le generará anticuerpos en el mismo fujimorismo; y si lo rechaza, se mete en líos jurídicos a nivel internacional y también va a alinear otras fuerzas políticas, como la izquierda y el antifujimorismo. No es una decisión fácil; en algún momento deberá enfrentarla y será un ‘parteaguas’ de su gestión.

Relación con el Congreso

¿Cómo será la relación entre el Congreso y el Ejecutivo, a partir de este nuevo contexto político?
Por ahora estamos en un periodo de ‘luna de miel’. Todas las bancadas manifestaron su apoyo al gabinete Villanueva y le darán un tiempo para que tome decisiones. Pero esta ‘luna de miel’ acabará más pronto que tarde. Este periodo no durará más de seis meses, por la experiencia de gobiernos anteriores.

Quizá hacia el mensaje del 28 de julio ya comiencen algunas fricciones entre el Legislativo y el Ejecutivo. Sobre todo porque a Fuerza Popular, que es la bancada mayoritaria del Congreso, no le conviene ser vista como parte de un cogobierno, que es la imagen impulsada por algunos congresistas, como Juan Sheput [de Peruanos por el Kambio] porque está apoyando abiertamente al gabinete de Vizcarra. En algún momento, a Fuerza Popular no le va a convenir ser vista de esa forma porque siempre es más rentable, electoralmente hablando, ser de la oposición. Entonces, comenzarán las fricciones y otra vez se puede retomar la polarización política.

Es decir, ¿Fuerza Popular no cumplirá el compromiso anunciado por Héctor Becerril de “sostener a Vizcarra hasta el final de su gestión”?
No creo que estén con el ánimo de sostenerlo hasta el 2021 o, por lo menos, no con este ánimo acrítico. En el corto plazo empezarán algunas críticas y en el mediano plazo se retomarán las fricciones y los desencuentros. Esa es una declaración de este momento, en un periodo en el que las declaraciones son más bienintencionadas que ácidas.

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