Lo que sabemos es que, en general, las mujeres no se prostituyen de manera voluntaria. La gran mayoría de quienes acaban en ese mundo lo hacen empujadas por circunstancias difíciles, que son aprovechadas por proxenetas que les ofrecen canjear sus cuerpos a cambio de dinero. También por manipulación y falsas ilusiones si son menores de edad, cuando no por secuestros.
Las formas en la que estos mecanismos de captación operan han variado con los años y se han sofisticado con la aparición de los nuevos medios. Si antes las mafias de trata funcionaban al amparo de la oscuridad y el secretismo, hoy lo hacen a vista y paciencia de miles de usuarios en redes sociales como Facebook.
¿El problema es propio de otras sociedades? No. Le sorprendería lo sencillo que ha sido para una reportera de este periódico conseguir “trabajo” como dama de compañía en Arequipa, usando un perfil falso en esta popular red social. Lo ha hecho ingresando a grupos donde se ofrecen empleos o páginas de supuestas agencias de modelaje. Las respuestas de los contactos han sido rápidas y detalladas: desde puntos de encuentro, público objetivo de clientes, tarifas por “servicio”, promociones especiales por eventos internacionales como congresos y convenciones, etc. No le preguntaron edad, solo si tenía una foto y le garantizaron ingreso seguro: 80% para ella y 20% para el proxeneta.
No hay control, no hay filtro. En la red social se negocia el ingreso a la prostitución de cientos de mujeres, muchas de ellas menores de edad, sin que nadie pueda fiscalizarlo.
Lo que se sabe, por información proporcionada por el Ministerio Público —y que aparece publicada en las páginas 6 y 7 de esta edición—, es que se trata de grandes mafias organizadas que operan en la ciudad captando mujeres para satisfacción de un mercado de usuarios que son atendidos en hostales que trabajan coordinadamente.
El otro escenario preferido por los proxenetas es el de los avisos económicos en los diarios de circulación local. Estos generan un jugoso ingreso para las editoras que sin mayor rubor y bajo la excusa de la libertad de empresa le siguen el juego a la prostitución. Seis o siete teléfonos que aparecen en los anuncios pueden ser contestados por el mismo operador que coloca chicas allí donde encuentra demanda.
La Fiscalía ha pedido a los medios que dejen de vender estos espacios pero los impresos que lo hacen se han negado. Ni siquiera lo han considerado como una política de responsabilidad social empresarial.
Entonces tenemos un problema que no acaba con el cierre de los prostíbulos, que es una cosa loable pero insuficiente. Combatir la trata de personas y evitar la prostitución es también incursionar en este mundo de los medios a través de los cuales se difunden ambas prácticas que someten a las mujeres a nuevas y sofisticadas formas de esclavitud. La Policía Nacional, El Ministerio Público y el Poder Judicial, tienen la palabra.
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