Rossmery Arce Delgado
Docente del Departamento de Psicología de la Universidad Católica San Pablo
Uno de los desafíos permanentes para la humanidad es y será lograr un estado de salud integral.
Si hacemos un repaso por la concepción de la enfermedad desde el inicio de la historia, reconoceremos que pasó de considerarse una consecuencia de algo exterior, a un desequilibrio entre las fuerzas de la naturaleza o la consecuencia de elementos patógenos.
Hoy en día, se admite que la salud es multidimensional por ello, apuntar a una salud integral en cada persona, implica ir más allá de la simple ausencia de la enfermedad.
La OMS (Organización Mundial de la Salud) afirmó en 1946 que la salud es un estado de completo bienestar físico, mental, social y espiritual. De esta manera, se invita a que los profesionales de esta rama, desde sus diferentes campos de acción, sean agentes de cambio más que proveedores de servicio, también se busca que cada persona opte por el autocuidado de su salud, desde la práctica de estilos de vida saludables. Asimismo, que las autoridades asuman el compromiso de acortar brechas en cuanto a factores determinantes de la salud, como el contexto socioeconómico de cada sociedad.
Luego de enfrentar una pandemia, es evidente que se ha modificado nuestra concepción de lo que es acceder a los servicios de salud y la comprensión de que la salud abarca todo nuestro ser, desde lo biológico, pasando por lo psicológico y lo espiritual. Así una de las lecciones de lo que afrontamos años atrás, incluye el reconocimiento de lo indispensable que es la salud mental, por ejemplo.
El camino en este campo aún es arduo. En 2019, según reportes de la Gerencia Regional de Salud de Arequipa (Geresa), más de 200 mil ciudadanos arequipeños presentaban padecimientos de salud mental y sólo 20 % accedió a tratamiento. Y si bien, para 2024 se ha ampliado la presencia de centros de salud mental comunitarios, su difusión y capacidad de abasto en la atención a la población aún necesita de mejoras.
Alcanzar un estado de salud pleno implica la acción de todos, desde el respeto que cada uno tenga por su cuerpo, siguiendo con la atención de nuestro bien-estar en lo psicológico, así como en el de los demás. No es una tarea sencilla pero, así como en muchos de los diversos retos que se presentan en la historia de la humanidad, se avanza bastante con dar el primer paso: reflexionando sobre lo propio a la persona y respondiendo a lo que le corresponde, para ser desplegado en cada ámbito de nuestra vida y de nuestra sociedad.
Somos dignos, por lo que hay que tratarnos y buscar que se nos trate como tales, lo cual contempla de forma innegable actuar por nuestra salud integral y la de los demás.
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