Juan Pablo Olivares
En el Imperio inca, a lo largo de la cordillera de los Andes, se construyó una red vial conocida como los Caminos del Inca o Qhapaq Ñan, que abarcó más de 40 000 km de extensión. En esa inmensa cadena de senderos se encuentra el camino entre Hatuncolla (Puno) y el valle de Arequipa. Una ruta con una extensión de más de 200 km que recorre Chiguata, la laguna de Salinas, San Juan de Tarucani y el altiplano, hasta llegar a Hatuncolla en Puno.
Si bien es cierto, muchos tramos tienen su origen en civilizaciones anteriores a los incas (como los tiahuanacos, chimús y waris), fueron los incas quienes perfeccionaron y construyeron un sistema más elaborado y organizado.
Los incas le otorgaron unas características propias, como la linealidad, el despeje de la calzada y marcadores o delimitadores de bordes, así como una serie de establecimientos conocidos como tambos, así tenemos el Tambo de Sal, el Tambo de Ají y el Tambo de León. Estos recintos servían como alojamiento y almacenaban alimentos.
De acuerdo con el arqueólogo Augusto Cardona Rosas, la ruta Hatuncolla-valle de Arequipa está reconocida y registrada como parte del Qhapaq Ñan y se encuentra en buen estado de conservación, sobre todo en el sector de la laguna de Salinas; sin embargo, reconoció que en la zona de Chiguata, debido a la fuerte erosión y al crecimiento poblacional, el camino no se mantiene en buenas condiciones.

Camino sacralizado
Pese a ello, Cardona Rosas asegura que el camino es “altamente sacralizado y cargado de símbolos e ideología”. Desde su perspectiva, transitar por esa ruta en aquellos lejanos tiempos –y aún hoy en día– sigue siendo para los pastores de camélidos que viven en la zona, una especie de peregrinación que iniciaba en la laguna de Umayo (Puno) y concluía en la laguna de Salinas (Arequipa).
“Los incas tuvieron como objetivo imponer un valor político, administrativo e ideológico para incorporar el territorio y sus poblaciones al Estado cusqueño”, sostuvo durante su participación en el Primer Seminario de Arqueología “Paisajes arqueológicos en Arequipa”, desarrollado en la Universidad Católica San Pablo (UCSP).

Revalorar y promocionar esta ruta
Para Cardona, no basta con que el Qhapaq Ñan haya sido reconocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 2014; ahora es necesario revalorarlo y promocionar su difusión, especialmente en el tramo que conecta Hatuncolla (Puno) con el valle de Arequipa.
Para ello, desde 2017, el Ministerio de Cultura, a través del proyecto Qhapaq Ñan, que busca investigar, proteger y conservar los caminos incas, junto con la UCSP realiza un trabajo de difusión, mediante talleres y seminarios como el mencionado “Paisajes Arqueológicos”, con la finalidad de difundir y estimular la pertenencia y la conservación del patrimonio cultural de la nación.
El arqueólogo agregó que la responsabilidad de la puesta en valor y conservación de los Caminos del Inca, recae en el Estado, mediante el Ministerio de Cultura y la sociedad civil, como actores cruciales en la conservación y valoración.
En ese sentido, sostuvo que, si bien existe una identidad que se nutre de la hispanidad virreinal, también contiene profundas raíces prehispánicas que es necesario reconocer y reforzar.
Asimismo, hizo un llamado para poner en valor, al menos algunos tramos del camino entre Hatuncolla (Puno) y el valle de Arequipa incorporándolos en itinerarios culturales que puedan ser aprovechados para fomentar el turismo. Ya que, caminar en la antigüedad no sólo implica recorrer un espacio físico como sucede hoy en día, no solo por las diferencias en la infraestructura y el uso de vehículos motorizados, sino por la carga emocional y el simbolismo que estas rutas contienen.
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