Jorge Pacheco Tejada
Educador
Varios millones de nuestros niños y jóvenes empiezan clases en estos días. Es nuestro deber como padres y maestros ayudarlos en este proceso. Me permito ofrecerles algunos consejos para aplicarlos en estas primeras semanas.
Educar la voluntad
Luego de las vacaciones, los chicos suelen estar adormecidos. Si a ello se suma la expectativa por la llegada de un nuevo inicio, tenemos un coctel de sentimientos que debemos saber manejar. Nuestros hijos se enfrentan al “me agrada” o “me desagrada”, al “siento temor y ansiedad” o, tal vez, al “estoy contento y animoso”. Lo inteligente es situarnos en lo que más nos conviene, entonces hagamos que se pregunten: ¿Cómo quiero empezar el año?
Si la voluntad es una facultad específica del ser humano, que le permite moverse hacia el bien, la respuesta a la pregunta anterior jamás debe tener un contenido negativo. Al contrario, el resultado del diálogo debe impulsarlos a ir más allá de la dimensión afectiva, de las aficiones sensoriales, de las tendencias. Ayuda mucho razonar las decisiones que se le imponen y lograr que pasen a ser suyas.
Estos días, por el solo hecho de tener que ir al colegio, hay que levantarse más temprano y hacer una serie de cosas con mayor diligencia, como: asearse, arreglar sus cosas, desayunar, vestirse adecuadamente, salir a tomar la movilidad, etc. Toda esta actividad supone actos de voluntad.
Razones
Hace un tiempo le decía a un muchacho: “Hoy empiezan a cumplirse tus sueños”. Me miró con cara de no haber entendido, entonces le expliqué: “Es que al ir al colegio te estás preparando para lo que quieres ser en la vida y vale la pena empezar bien este paso importante: sin temores, sin desánimos, sin flojeras, porque empiezas una actividad que va a ayudarte a desplegar tus capacidades, tus conocimientos y todo aquello que necesites para cumplir tus sueños”.
Cuando tenemos claro el panorama, las razones organizan mejor nuestros sentimientos, valoramos los motivos, las conveniencias y consecuentemente tenemos mejores sentimientos e impulsos.
Si tenemos claras las razones de nuestro esfuerzo, nuestro actuar es más intencional, más consistente y responsable. Por el contrario, si no nos ayudamos a clarificar las cosas, nuestro actuar será confuso y ligero.
Conclusión
Como muchas cosas, la voluntad puede tener desequilibrios o trastornos. El más conocido es la abulia, que no es sino la carencia de voluntad que se manifiesta en la poca capacidad para tomar decisiones, inconstancia en los compromisos y confusión en las ideas.
Por esta razón, la voluntad tiene que ser educada de manera espontánea y cotidiana, mediante las experiencias de vida. Aprovechemos estos días de cambio de rutina, de la ilusión propia que despierta el volver al colegio, para apoyar a nuestros hijos con criterios e ideas claras respecto al esfuerzo que implica la vida escolar.
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